Las fuerzas militares mexicas estaban compuestas de un gran número de plebeyos (yaoquizqueh) que sólo poseían conocimientos y capacitación militares básicos, y un pequeño pero todavía considerable número de guerreros profesionales, pertenecientes a la nobleza (pipiltzin), los cuales se organizaron en diferentes sociedades guerreras, a las cuales eran integrados según sus logros en el campo de batalla.
El estado mexica estaba centrado alrededor de la expansión militar y del predominio político sobre otros pueblos, además de la exigencia de tributo de otras ciudades-estado, por lo cual la guerra era la fuerza básica en la política mexica. La sociedad mexica también estaba centrada alrededor de la guerra; cada hombre mexica recibía formación militar básica desde temprana edad, ya que la guerra no sólo era importante para el bien del imperio, sino que también era para muchos la única posibilidad de ascender en la pirámide social mexica, la única forma de dejar de ser plebeyos (macehualtzin). Un guerrero mexica se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos (maltin) para el sacrificio.
El sacrificio de cautivos de guerra era una parte importante de muchos festivales religiosos de los mexicas. La guerra fue la principal fuerza impulsora de la economía del imperio y de la religión mexica.
Moctezuma tenía una armería, en su palacio o cerca de él, que contenía chimallis (escudos), macuahuitls (espadas de obsidiana) y tepoztopillis (lanzas), entre otras armas, algunas de las cuales, según las crónicas, estaban hechas en metales y piedras preciosas.
Dejemos de hablar de los libros y cuentas, pues va fuera de nuestra relación, y digamos cómo tenía Montezuma dos casas llenas de todo género de armas, y muchas dellas ricas, con oro y pedrería, donde eran rodelas grandes y chicas, y unas como macanas, y otras a manera despadas de a dos manos, engastadas en ellas unas navajas de pedernal, que cortan muy mejor que nuestras espadas, e otras lanzas más largas que no las nuestras, con una braza de cuchilla, engastadas en ellas muchas navajas, que aunque den con ellas en un broquel o rodela no saltan, e cortan, en fin, como navajas, que se rapan con ellas las cabezas; y tenía muy buenos arcos y flechas, y varas de a dos gajos, y otras de a uno, con sus tiraderas, y muchas hondas y piedras rollizas hechas a mano, y unos como paveses que son de arte que las pueden arrollar arriba cuando no pelean, porque no les estorbe, y al tiempo del pelear, cuando son menester, las dejan caer e quedan cubiertos sus cuerpos de arriba abajo. También tenía muchas armas de algodón colchadas y ricamente labradas por de fuera de plumas de muchos colores, a manera de divisas e invinciones, y tenían otros como capacetes y cascos de madera y de hueso, también muy labrados de pluma por de fuera, y tenían otras armas de otras hechuras que por excusar prolijidad lo dejo de decir, y sus oficiales, que siempre labraban y entendían en ello, y mayordomos que tenían cargo de las armas.
Al entrar en guerra, los mexicas tenían dos objetivos. El primer objetivo era político: el sometimiento de las ciudades-estado enemigas a fin de obtener el tributo correspondiente y ampliar la hegemonía política mexica. El segundo objetivo era religioso y socioeconómico: la toma de cautivos para ser sacrificados en ceremonias religiosas. Estos dos objetivos influyeron en su forma de hacer la guerra. La mayoría de las guerras tuvieron motivaciones políticas y fueron impulsadas por las expectativas de la nobleza para con el huey tlatoani.
La guerra propició el crecimiento económico del imperio mediante la ampliación de los territorios imperiales, aumentando las fuentes de materias primas para el comercio y para el consumo interno. Esto fue posible gracias a la expectativa de los plebeyos de tener una oportunidad de escalar en la sociedad mediante hazañas en las guerras. La primera acción de un tlatoani electo siempre era una campaña militar con el doble propósito de demostrar su capacidad como guerrero, así como dejar claro que sería tan duro sobre cualquier conducta rebelde como su predecesor. Además también era para suministrar abundantes cautivos para los festejos de su ceremonia de coronación. Una campaña fallida era vista como un augurio particularmente funesto para la figura del tlatoani, ya que podría significar rebeliones en ciudades-estado (altépetl) sometidas por anteriores tlatoque y la nobleza podría dudar de su capacidad de gobierno. Este fue el caso de Tízoc, quien fue envenenado por la nobleza después de varias campañas militares sin éxito.
Fortificaciones
Las fortificaciones no solían ser muy utilizadas por los mexicas para controlar el territorio dentro de su imperio, pero hay ejemplos de fortificaciones construidas por los mexicas. Importantes ejemplos son las fortificaciones en Oztuma (Oztoman), donde los mexicas construyeron una guarnición para mantener a los rebeldes chontales bajo control; en Quauhquechollan (hoy Huauquechula), cerca del actual Atlixco, los mexicas construyeron un fuerte a fin de tener fuerzas siempre cerca de sus enemigos tradicionales, los tlaxcaltecas, chololtecas y huejotzincas, y en Malinalco cerca de Toluca, Ahuízotl mandó construir guarniciones y fortificaciones para vigilar a los matlatzincas, mazahuas y otomies, y para tener tropas cerca del belicoso estado purépecha. Las fronteras también fueron vigiladas y al menos parcialmente fortificadas.
Guerras floridas
Otro tipo de guerra practicado por los mexicas fueron las llamadas guerras floridas (xochiyáoyotl). Este tipo de guerra se practicó con pequeños ejércitos con previo acuerdo entre las partes involucradas. No estaban encaminadas a conquistar el altépetl enemigo, sino que sirvió a otros fines. Uno era la toma de cautivos para el sacrificio, y esta fue sin duda una parte importante de la mayoría de las guerras mexicas. Fray Diego Durán afirma en sus crónicas que el xochiyáoyotl fue instituido por Tlacaélel durante la gran hambruna de Mesoamérica (1450-1454) bajo el reinado de Moctezuma Ilhuicamina. Estas fuentes afirman que Tlacaelel organizó con los dirigentes de Tlaxcala, Cholula y Huexotzingo, para participar en batallas rituales que proporcionasen a todas las partes suficientes víctimas para apaciguar a los dioses. Ross Hassig, en 1988, planteó que el xochiyaoyotl tenía otros propósitos más políticos que religiosos, entre los cuales estarían:
- Demostrar la superioridad militar mexica.
- Debilitar gradualmente a otros altépetl.
- Someter a enemigos difíciles como los tlaxcaltecas, sin entorpecer otras actividades del imperio.
- Convencer a la gente, tanto a los propios mexicas como a otros pueblos, de que era mejor no desobedecer al imperio, cosa que reafirmaba con los sacrificios hechos en el Templo Mayor de Tenochtitlán.
0 comentarios:
Publicar un comentario